Una cultura viva es una cultura que valora su alimentación, mejor dicho, su adecuada alimentación, donde se aprecia la cocina y la gastronomía, donde hay una relación estrecha con las personas que trabajan la tierra, reconociendo su fundamental labor, lo mismo con quienes procesan alimentos de calidad y donde no existe un racismo alimentario.
La realidad es que estamos bajo una crisis socioambiental y alimentaria, a nivel mundial el sistema agroalimentario industrializado es ya insostenible, ha expoliado gran parte de los recursos naturales y de los suelos, la cantidad de energía que requiere es absurda, el agua se despilfarra y se contamina sin castigo alguno; en México los impactos en la salud y nutrición se constata a simple vista, vivimos en un ambiente obesogénico, con récords de sobrepeso, además del desencadenamiento de enfermedades crónicas, la diversidad cultural se sigue erosionando, este sistema dominante incrementa la pobreza y las desigualdades sociales; nos encontramos bajo una paradoja, México ha destinado sus mejores tierras para producir alimentos y por otro lado somos el país con las mayores tasas de desnutrición, obesidad y diabetes, Mexico está mal alimentado, producimos más calorías de las que necesitamos, ingerimos más edulcorantes que la mayoría de los países y la población sigue sin tener peso político para modificar este sistema alimentario nocivo.
Las soluciones están en nuestro plato, en los alimentos que compramos cada día, valorando los alimentos locales y ecológicos, rechazando los ultraprocesados, dándole preferencia a los alimentos provenientes de cultivos trabajados por personas y no por máquinas o grandes empresas; si ponemos atención y buscamos encontramos estos alimentos a precios accesibles, incluso en la CDMX se encuentran alimentos de alta calidad provenientes de alcaldías que aún tienen vocación agrícola. Es crucial impulsar la soberanía alimentaria y la alimentación sostenible, fomentando la agroecología, apoyando a las agricultoras y a los proyectos alternativos que valoran la Alimentación del bien Común.
Todos los días seguiremos comiendo y en el consumo está una clave importante, comprar o no comprar puede ser un acto político, discernir en nuestras compras, a quiénes les compramos, qué tan nutritivo es, qué tan dañino es, reflexionemos sobre la necesidad de la relocalización de la alimentación, del valor que tiene la alimentación del Bien Común; por otro lado, es vital multiplicar y apoyar a las productoras y productores que no están insertos en la lógica del sistema agroalimentario industrial, apoyemos a los pequeños proyectos alternativos locales y así incluirnos en la construcción de su sistema alimentario adecuado y soberano, es necesario renovar nuestra relación con quienes trabajan la tierra, con quienes nos proporcionan alimentos de calidad que son también quienes resguardan el equilibro en los ecosistemas.
Es posible salirnos de este sistema alimentario nocivo, comer ultraprocesados no es saludable, mientras que comer verduras, leguminosas, frutas, semillas, alimentos locales y ecológicos es lo más nutritivo ¿te animas?
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