Este 16 de octubre se conmemora el Día Mundial de la Alimentación.
Todo los alimentos tienen una historia que va más allá de lo que vemos en el plato, cada zanahoria, cada aguacate, cada frasco, cada lata, cada pedazo de carne ha tenido y tiene un efecto en innumerables aspectos de la vida de este planeta, para bien o para mal y de esto depende nuestro consumo.
Desde las kilométricas extensiones de monocultivos de naranjas en Veracruz, las selvas deforestadas en Tabasco para convertirlos en potreros, o la meseta purépecha devastada por la letal agroindustria aguacatera, más los millones de litros de agroquímicos que desde hace décadas son utilizados en los cultivos que requiere Nestlé, Bimbo, Herdez y otras empresas, generando zonas muertas en el océano.
Toda la comida ultraprocesada atraviesa por diversas fases dentro de un modelo alimentario que es insostenible, contaminante, insano e injusto, sobretodo con ciertos sectores de la sociedad como son las mujeres, afectando profundamente nuestras estructuras sociales, económicas, culturales, y ambientales como es en el caso de la emergencia climática; por el contrario, la agroecología y la alimentación del bien común hacen la diferencia.
Por otro lado, América Latina y el Caribe es responsable del 20% de la comida que se pierde y desperdicia a nivel mundial, desde la poscosecha hasta el comercio minorista, más de 820 millones de personas sufren hambre y una cifra aún mayor es obesa, además, 200 millones de niños menores de 5 años sufren desnutrición, mientras que 40 millones tienen sobrepeso; es momento de detenernos a mirar lo que hay en nuestro plato.
Este día invita a reflexionar y adoptar una dieta realmente sostenible, ecológica y justa, es momento de cambiar a una Alimentación del Bien Común.