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Transformar la realidad por medio del consumo ético

Cada día adquirimos alimentos, mercancías, vestido, agua, energía, etc., cada peso que aportamos, lo damos a valer a alguien, ya sea a una empresa, a una transnacional o a una campesina. Nuestro consumo consciente puede ser una herramienta de transformación social en beneficio del bien común y de los ecosistemas.


¿Consumo o consumismo?


Entrando en contexto, los seres humanos por naturaleza somos interdependientes; para subsistir y llevar una vida digna, dependemos de otras personas, necesitamos eventualmente de algún médico, de un constructor, de una abogada, de un plomero, del recolector de basura, de un alfarero, de una agricultora, de un cervecero. Muchas de estas personas elaboran, ofrecen y producen bienes. Por otro lado, los bienes que pagamos cotidianamente provienen de la naturaleza, una lechuga, textiles, aluminio, madera, el gas, cereales, agua, entre otros. Dependemos de la naturaleza, somos seres ecodependientes, no podríamos sobrevivir sin ella. Los bienes que consumimos pasan por las manos de personas. ¿Vamos entendiendo el contexto?


Tomemos en cuenta que al consumir realizamos un acto político* por sus implicaciones en nuestra economía** y por lo tanto afecta directamente a otras personas y a la naturaleza. El consumismo por otro lado, es inducido y diseñado para que los consumidores adquieran mercancías sin reflexionar, sin cuestionar, para satisfacer deseos creados y no necesidades vitales. También está vinculado con la influencia que las grandes transnacionales ejercen en las decisiones de comercio global, de políticas públicas, de créditos y de deterioro del medio ambiente. El consumismo tiene sus bases en el objetivo único de lucro. Hoy en día tanto para las grandes transnacionales como para los gobiernos la gente vale más como consumidores que como seres humanos.


Para explicar mejor la situación: Cuando compramos una prenda Nike, estamos contribuyendo a financiar una empresa que tiene como norma pagar salarios miserables en países como Vietnam o Pakistan; o cuando consumimos un producto Bimbo, estamos apoyando a una empresa que está relacionada con el envenenamiento de suelos, agua, océanos y salud en todo México, esto por mencionar marcas conocidas y dar un par de ejemplo, lo que hay que entender es que esto es un problema sistémico. Entonces, tomar el consumo como un acto político nos permite entender las consecuencias no deseadas de nuestras acciones y a partir de ahí, buscar alternativas justas, por ejemplo: comprar directamente nuestros alimentos con agricultoras, apoyar a las bordadoras de tenangos u organizarnos en familia y vecinos para comprar a granel directamente a los productores, entre muchas otras.


Ante esta realidad innegable donde la gente es tratada como una extensión de las mercancías, un número creciente de personas toma consciencia y está adquiriendo poder en comunidad, marcando tendencias por medio de un consumo responsable, ético, crítico, dándole su justo valor a lo que adquieren, por lo tanto, se revalora el trabajo de artesanas, agricultoras, profesionistas, cocineras y empresas social y ambientalmente respetuosas, cuyos fines van más allá de ganancias monetarias, también toman en cuenta el bien común.


Es vital tomar en cuenta que la demanda actual de recursos está muy por encima de la capacidad terrestre para regenerarse: usamos 50% más recursos que hace 30 años, un promedio de 60.000 millones de toneladas anuales de materias primas, equivalente al peso de 41.000 edificios como el Empire State, cifra escalofriante que podría incrementarse hasta 100.000 millones de toneladas para 2030. Además, el Banco Mundial indica que, si la población global alcanza los 9.600 millones en 2050, necesitaríamos ¡tres planetas! de recursos para mantener nuestro irresponsable estilo de vida.


Lo que consumamos hoy prefigura el mundo del mañana


Reflexionemos qué tipo de bienes realmente requerimos y qué tipo de sistema productivo queremos; es momento de enterarnos que nuestro poder como sociedad está también en nuestra manera de comprar y radica en el estilo de vida que elijamos en conjunto. Es importante saber que nosotros no somos los únicos responsables de las crisis sociales y ambientales en la que estamos inmersos actualmente (cambio climático, de valores, económica, ecológica, energética), en realidad, la responsabilidad fundamental está en el modelo producitvista que ha inducido esta debacle civilizatoria por el puro afán de acumulación de capital y de poder, como también las legislaciones a modo y las políticas públicas que están al servicio del gran capital.


En nosotros está la solución, en nuestra manera de consumir, en nuestros hábitos y en nuestra capacidad de elección de alimentos, productos y servicios realmente sostenibles que puedan marcar la diferencia; llevando un estilo de vida más humano, más sobrio, más incluyente, más solidario y más bondadoso, sin impactos negativos en la biósfera, potenciando una producción, distribución y venta realmente justas; ejerzamos un consumo ético y crítico, hagamos uso de esta herramienta de transformación social y ambiental en beneficio de la vida.


Tengamos una visión del porvenir, los cambios necesarios no se hacen de la noche a la mañana, requieren de tiempo y sobre todo de cohesión social; las asimetrías generadas por el neoliberalismo y la apuntalada estructura del modelo productivista que tanto daño esta causando, tiene fisuras, y somos nosotras, las personas, las que podemos hacer de esas fisuras grietas y al agrietar toda esa estructura podemos derribarla. Por el bien común y por el futuro, consumamos conscientemente, local, ecológico y justo.



Mercado Verla de Obsidiana de Huasca, Hidalgo; alimentos y productos ecológicos en un marco de justicia social, de consumo ético y respeto a la naturaleza.


*Política: del latín polīticus, y este del griego politikós/politikḗ, que significa «de, para o relacionado con los ciudadanos» es el proceso de tomar decisiones que se aplican a todos los miembros de un grupo.


**Economía: está formada por las voces griegas “oikos” (casa) y “nomos” (ley), tomándose ley en el sentido de “administración”, y casa en el de “patrimonio”. Siendo así, Economía quiere decir, pues, administración del patrimonio.



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