Es ya perceptible que ha surgido un frente opositor a nivel planetario que está confrontando al sistema económico hegemonico, en donde las diferencias radica en los encontrados paradigmas. Este sistema productivista que además de expoliar a niveles nuca antes vistos los recursos de la biosfera, paralelamente genera toda una empresa de colonización mental que nos hace creer que el bienestar y felicidad solo depende de la acumulación de objetos materiales innecesarios, de lo exitosas que seamos en nuestro estilo de vida. Viéndolo objetivamente, la lógica del consumismo ha moldeado sistemáticamente el concepto de felicidad que nada tiene que ver con una calidad de vida ética, íntegra y sana.
En contraparte, todas aquellas iniciativas sociales que colocan a la vida misma en el centro de la gestión humana, como por ejemplo aquellas que trabajan por un desarrollo comunitario autogestivo, las que luchan por la preservación de la diversidad natural y cultural, las que propician Alimentación del Bien Común, los colectivos que practican economías éticas, o personas que están en la divulgación y el estudio del ecofeminismo y la economía feminista, entre muchas otras; saben que estas alternativas generan un organización y cohesión social, que propician el debate y las prácticas de temas tan trascendentales como las son la salud emocional, la generosidad, la equidad de genero, o lo espiritual, con el añadido de que en estos activismos sociales se obtienen recompensas invaluables y satisfactorios como sonreír genuinamente y con más frecuencia. Sin embargo, millones de personas siguen empeñadas en buscar la felicidad en los escaparates de las plazas comerciales, o en la apetecible comida ultraprocesada envuelta en la falsa promesa de salud y belleza, o en aparentar lo que no se es, o en crearse un estatus de vida prefabricado inducida por una mercadotecnia perversa -aunque esto conlleve caer en el “terrible” castigo del buró de crédito, o en que nunca desaparecieron esos kilos de sobra- como consecuencia estamos inmersos en pensamientos subjetivos, en un individualismo inconsciente y sistemáticamente inculcado.
Uno de los retos de nuestro momento histórico es plantearnos vivir dignamente, bajo valores éticos y conductas ecológicamente sostenibles, respetando los limites del planeta, sin hipotecar el futuro de las siguientes generaciones. Cabe enfatizar que estas propuestas ya se están experimentando en diferentes puntos del planeta, para ubicarlas solo hay que mirar algunos ejemplos como la permacultura, el trabajo de productoras agroecológicas, el florecimiento de grupos de consumo ético, el activismo ecofeminista, el decrecimiento, las que trabajan por la defensa de sus territorios, los que construyen viviendas de bioarquitectura, las pedagogías alternativas, las personas que trabajan contra la violencia de genero y muchísimas otras iniciativas que anuncian otro mundo posible.
En MUSAA sabemos que estas iniciativas tienen un enorme potencial, las posibilidades son múltiples, la idea de un mundo poscapitalista no parece ser algo lejano; este cambio de paradigma está ya en marcha. Decía Eduardo Galeano que “la utopía sirve para caminar”. Este horizonte utópico ya es posible, pero falta dar la batalla de la autogestión y de la consciencia, para esto, habrá que ganar la batalla cultural.
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